martes, 26 de noviembre de 2013

Capítulo ocho


-¿El qué? ¿Eso? – se señaló la parte del cuello que tenía un color rojizo -. No es nada, solo un sarpullido.
-Eso no es un sarpullido Harry – sin haberlo querido, hasta ella misma notó tristeza en su voz. Miró a Harry que la miraba desconcertado, no podía dejarle pensar que le había molestado, hasta afectado -. ¿Con quién has quedado esta tarde que no me has querido decir Hazza? – preguntó en tono divertido.
-Con nadie, es una tontería.
-Y esa tontería… ¿tiene nombre?
-Aeryn, ya, ha sido solo un accidente.
-No creo que eso se pueda hacer sin querer o me dirás: Estaba caminando por la calle cuando una rubia buenísima se me ha caído encima y sin querer ha presionado  sus labios en mi cuello con tal fuerza que se ha visto obligada a succionar y me ha dejado una marca en la piel.
-Aeryn no ha sido así…
-Tranquilo, no me tienes que explicar nada. Volviendo al tema que nos ocupa… ¿Qué has descubierto?
-Aeryn, yo…
-Harry – cortó Aeryn, cansada de aquella conversación que sabía que acabaría desvelando que Harry ha encontrado a una flamante chica, seguramente digna de su belleza, con la que pasárselo bien – céntrate por favor.

Harry suspiró. Sabía que era inútil intentar hacer o explicar algo que ella no quería saber. En poco tiempo le había dado tiempo de sobra de averiguar cómo era en realidad su nueva amiga y aparte de ser tímida e inteligente, era una terca.

-Bien, la ventana – se rascó el chupetón -.  ¿Sabes cómo en la parte de atrás pone  “Aeryn y su madre. Lynn.”?  - Aeryn asintió -. Sabemos que Lynn es un nombre de mujer y sé que al leerlo habrías pensado que es el nombre de tu madre, ¿no es así?
-Harry, ¿a dónde quieres llegar a parar?
-¿Y si no fuera el nombre de tu madre? – continuó sin hacerla caso -. Si te fijas bien, puedes ver una estación de tren al fondo.
-Qué más dará eso, hay millones de estaciones de tren Harry. Solo nos dice que estuve cerca de una de ellas.
-No, ahí te equivocas. Nos dice que tu madre o una amiga o familiar tenía una casa cerca de una estación de tren, una que yo visitaba frecuentemente cuando era pequeño Aeryn.
-¿Perdona?
-Es la estación de tren de Lynn Aeryn – sacó de su bolsillo una foto -. Por eso me sonaba de algo, yo ya había estado ahí.

Le tendió la foto a Aeryn, la cual lo cogió con ganas y la miró. Era un niño, de pequeño con una bufanda y un gorro de colores oscuros sonriendo a la cámara junto con una niña algo mayor que él, en una estación de trenes.

Se fijó ahora más en Harry, sus ojos verdes destacaban aún más cuando era pequeño, y sus mejillas sonrojadas gorditas y divertidas.

Le empezó a doler la cabeza.

-Harry, yo a ti… yo a ti te conozco.
-Sí, obviamente.
-No, no quiero decir eso – Se levantó de la cama y sintió como toda la sangre desaparecía de su rostro. Se apoyó en la pared más cercana, justo cuando Harry se levantaba para ayudarla a sostenerse. La agarró de la cintura y la apoyó con más fuerza contra la pared, haciendo que sus cuerpos estuvieran más cerca aún que cuando bailaron. Sin quererlo, los ojos de Aeryn bajaron a sus labios y cuando recordó lo que otros le habían marcado desvió la mirada a sus ojos -. Lo que quiero decir es que tú, tú me conoces a mí Harry.
-Aeryn creo que estás desvariando.
-Oh cállate – lo empujó lejos, y al segundo se arrepintió de haberlo hecho porque volvió a sentirse débil y marearse, aunque Harry no tardó mucho en volver a su puesto.
-Aeryn… - la voz de Harry sonó suave, tanto que aquella simple palabra parecía acariciar todo su cuerpo con extrema delicadeza. La miraba con esos ojos grandes verdes, esos a los que tantas mujeres les gustaría observar.
-El señor Styles, supongo.

Una voz grave y seria, masculina sin lugar a dudas, les sorprendió a ambos. Harry se separó un poco aún sujetando a Aeryn de un lado y ambos giraron sus cabezas hacia la puerta, por donde asomaban sus cuerpos los padres de Aeryn.

-¿No estabais en una cena?
-¿No estabas sola en casa?

La tensión en el ambiente era palpable. Su madre miraba a Harry con un odio y un miedo infinito, como si él fuera a hacer algo que les causara daño. Aunque, si te pones en el lugar de la madre, viendo a tu hija de dieciocho años con un chico básicamente pegados el uno al otro contra la pared una noche en la que ellos faltaban… era normal que pensara que iba a pasar algo, un “mal” hipotético en la mente de una madre.

-Soy Harry, Harry Styles señora Labane – se presentó él mismo con educación, sabiendo que presentarse era lo mínimo que se podía hacer en esos casos.
-Sé quién eres señorito Styles. Lo que no sé es el por qué sigues aquí.
-Oh, sí. Claro… eh… yo ya me iba – miró el estado en el que se encontraba Aeryn, miedoso de que al soltarla se volviera a caer pero sonrió al ver que toda la sangre se le había agrupado ahora en sus mejillas, devolviendo el color a toda la cara. Recogió sus cosas de la silla en la que las había dejado y se giró de nuevo donde Aeryn. Se acercó y le dio un fugaz beso en la mejilla derecha, lo que solo incrementó su color -. Ya nos veremos.

A Aeryn le costó reaccionar pero cuando lo hizo asintió y se despidió de él con la mano. Al marcharse, le acababa de dejar sola ante el peligro.

-¿Qué hacías con ese chico aquí?
-Ese chico tiene nombre.
-No me importa cómo se llame.
-Pues es Harry y agradecería que usaras su nombre. Al contrario es una falta de respeto.
-No querida, una falta de respeto es traerte a un chico, sin avisar, a casa cuando no estamos ni tu padre ni yo.
-Ah bueno, si empezamos así, es una falta de respeto marcharos de la ciudad siete días a la semana sin dar otro aviso que no sea un papel en la mesa del comedor que diga: nos hemos ido de la ciudad.
-Eso no tiene nada que ver.
-Sí que lo tiene.
-Volviendo a lo que nos ocupa, que es tú falta de respeto – recalcó el “tú” -, no quiero volver a ver a ese chico.
-Harry, dios Margaret, se llama Harry.
-No me llames Margaret.
-Pues entonces te llamaré amarga, ¿te parece mejor?

Toda la ira de Aeryn hacia sus supuestos padres afloró en esa discusión, poquito a poco, junto con la de su madre y su arrogancia.

-No te atrevas a hablarme así.
-¿Qué harás sino?

Su madre respiró profundamente en un vano intento de calmar su ira y relajar la situación.

-Cariño, ¿qué te está pasando? – preguntó Margaret con voz preocupada. Aeryn soltó un bufido, harta ya de toda esa situación que la rodeaba, el miedo incesante con el que vivía desde hacía poco al levantarse y saber que a su lado dormían personas que, en realidad, apenas conocía.
-¿A mí? Nada nuevo, ¿qué hay de vosotros?
-¿A qué te refieres?
-No sé, ¿no hay nada que os gustaría decirme?

Su madre hizo ademán de hablar pero el apretón en el brazo que obtuvo de su padre, junto con una mirada llena de seriedad y preocupación, hizo que se lamentara y siguiera callada.

-Genial. Entonces si me disculpáis, me gustaría estar sola.
-Pero Aeryn – empezó su madre, que de pronto había perdido toda la fuerza a la hora de hablar, convirtiéndose en un mero susurro lleno de miedo – tenemos que hablar.
-No Margaret, no tenemos nada de lo que hablar.

Dicho esto, con un pequeño pero ansiado empujón, Aeryn empujó a sus respectivos padres fuera de su habitación y cerró la puerta. El ruido del choqué, aunque no hubiera sido necesariamente escandaloso, tampoco pasaba desapercibido.  Y fue como si, al cerrar la puerta, sus fuerzas se derrumbaran. Cuando el sonido del choque sonó, algo en su interior se derrumbó. Aeryn se sintió instantáneamente sola, aturdida y con miedo, más miedo del  que jamás había sentido.

Se obligó a sí misma a levantarse del suelo al darse cuenta que no solo las lágrimas bajaban de su rostro, sino que su cuerpo había empezado a caer apoyado a la pared. Se levantó y se acordó de Harry y de lo que había pasado, sobre todo cuando le había dicho que él la conocía. Se acordó de la cara de desconcierto de su amigo en ese mismo instante y decidió que tenía que aclarárselo.

Se levantó y cogió las fotos que tenía de cuando era pequeña, fotos que su familia creía que yacían escondidas en el desván de la casa. Aeryn empezó a buscar entre aquellas pocas fotos una que hacía poco le había llamado su atención, le sacó una foto y se la envió a Harry.

SMS “Tú me conoces, a mí, a la verdadera yo.”


No esperó la respuesta, de hecho, decidió apagar el teléfono. Cogió la foto que acababa de sacar de la caja, se sentó en la cama y la observó. En la foto aparecían dos niños de pequeños, una niña y un niño, no tendrían más de tres o cuatro años, quizá hasta cinco. Se sonreían el uno al otro, como si fueran los mejores amigos y acabaran de encontrar un gusano en el parque, como si fueran grandes investigadores.  La niña era Aeryn, eso estaba claro y el niño… el niño de las mejillas exageradamente grandes y con hoyuelos y ojos verdes… era Harry.


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Sé que he tardado un montón, pero no encontraba la motivación y, la verdad, me he planteado dejar esta novela (planteándome la idea de que mejor decepcionaros ahora que luego), pero la verdad, es cierto una cosa que una de vosotras me ha dicho... no sería justo para las que seguís leyéndome que yo me rindiera tan pronto. No lo es, y no quiero hacerlo, así que espero tener más tiempo y motivación para escribir estos días (vuestros grandes comentarios con opinión, etc son una gran fuente de motivación)

Para ayudarme en este mi viaje a la literatura (hoy me siento algo técnica), comentar:

-¿Qué os ha parecido este capítulo? ¿El/los descubrimiento/s?
-¿Es de verdad Harry el niño pequeño que conocía? ¿Qué pasará si es él?
-¿Es un sarpullido? okno, ¿qué creéis que pasará entre esos dos? o mejor dicho, ¿qué creéis que está pasando?
-¿Qué queréis que pase pero ya? JAJAJAJAA

Muchísimas gracias por todo vuestro apoyo de verdad, me haría mucha iluiçon que me ayudaráis a promocionar esta novelita inocente :)
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GRACIAS! :)