Capítulo uno.

Aún recordaba las luces de la fiesta de los Lauper cegándole la visión nada más entrar en su casa. El sonido estridente de la música tocada por los amplificadores de tamaño monstruoso gritando fuertemente que eso era una fiesta mientras, en un vago intento, te daban la bienvenida de la forma en la que, según la sociedad, era la más adecuada. Ella solo se acordaba de las ganas que tenía de arrancarse las orejas. Sentía que su cuerpo preferiría no escuchar nada el resto de su vida que pasar una noche entera escuchando aquella música. Aunque siempre la han descrito como una cobarde, una tímida niña a bien que se escondía detrás de su libreta de bocetos, y no andaban tan mal encaminados y jamás sería capaz de arrancarse las orejas.
Para ser una noche de octubre, el cálido viento que movía ligeramente los cabellos de todas las personas era agradable y muy deseado. Chicas de más de dieciséis pero de menos de veintidós mostraban sus largas piernas vestidas por unos shorts que fácilmente podrían ser descritos como coulottes, camisetas de tirantes que dejaban a la vista más de lo que normalmente se consideraba adecuado y contoneaban sus caderas al andar.
Estaba segura que ningún adolescente de la fiesta le molestaba lo más mínimo la falta de ropa de las chicas, es más, estaba segura que más de uno desearía que tuvieran aún menos. Algo bastante normal, ha de admitir. Al igual que las chicas, los chicos mostraban más de lo necesario; camisetas de tirantes anchos o de alguna famosa marca y pantalones por debajo del culo. Sonrió inconscientemente al recuerdo de su madre contándole de dónde había venido la moda de bajarse los pantalones.
<<-Agh, no entiendo cómo pueden no tropezarse al andar – dijo molesta deseando que sus palabras se hicieran realidad mientras andaba en dirección a su madre, que la esperaba sentada en el coche negro aparcado en el parking del colegio-.
-¿Qué te pasa? – preguntó ella-. ¿Lo dices por aquel de ahí? – señaló a mi extraordinario compañero de clase, el cual la había seguido con su mirada, pero al ver a su madre… su mirada se transformó. No sabría explicar la razón pero su típica mirada de arrogancia y seguridad se transformó en una mirada defensiva y atacadora al mismo tiempo y luego se perdió por las calles bajas que le conducían a su casa -. ¿Sabías que la moda de los pantalones caídos viene de la cárcel?
-¿De la cárcel? – Preguntó anonadada-.
-Sí. Anteriormente en la cárcel los presos masculinos que querían mostrar su “disponibilidad” se bajaban los pantalones como señal de aviso, para que, cualquiera que lo viera, supiera que estaban listos a bajarse no solo los pantalones – estalló en una risa, al igual que hice ella -. Así que cariño, cada vez que veas a un chico con los pantalones bajos, recuerda que están inconscientemente dejando ver que están dispuestos a bajarse más que los pantalones, ¡para otro hombre! Y se te olvidará el por qué te habías enfadado. >>
Antes de que pudiera darse cuenta ya estaba dentro de la casa, en el salón con una sonrisa estúpida mientras parejas o grupos de amigos bailaban escandalosamente delante de ella, moviendo con torpeza los vasos de alcohol que ocupaban sus manos haciendo que más de una vez se le cayera a alguien encima un poco del liquido que contenía. Como no, eso no molestaba en absoluto normalmente, siempre era el principio de una coquetería innecesaria o el primer paso que conducía a algo erótico.
Aeryn por su parte buscaba con la mirada a su amigo Thomas, el cual había prometido llevarla mañana y la próxima semana a dónde ella quisiera si le acompañaba a esta fiesta pero no había ni rastro de él.

-¿Buscas a alguien? – preguntó una voz a su espalda, terriblemente cerca de su cuello-.
-A ti.

Se dio la vuelta para poder verlo cara a cara. Thomas. Sonreía abiertamente mostrando sus muy bien cuidados dientes, unas pocas arrugas se le formaron alrededor de los ojos que se achinaban cada vez que el muchacho sonreía haciendo que sus ojos de color avellana parecieran aún más pequeños tras sus bien marcadas mejillas. El pelo liso del mismo color que los ojos destacaba aún más con la camiseta negra que se había puesto con la frase: “I never finish anyth..” (Nunca termino na..) y los pantalones vaqueros, algo sueltos, pero en su sitio. Algo que le encantaba.


-¿Debería sentirme privilegiado?- preguntó tontamente.
-Totalmente.

Él sonrió abiertamente de nuevo y la abrazó con fuerza como siempre hacía.

-¿Sabes? Aquí la privilegiada eres tú – pasó uno de sus brazos por los hombros de ella, llevándola
consigo hacia la cocina -. Montones de chicas querrían estar aquí conmigo.
-¿Cómo es que, si eso es cierto, siempre soy yo la que acaba a tu lado? – preguntó ella, aguantando la risa. Thomas se quedó callado, pensando la respuesta.
-Eres mala – concluyó finalmente.
-Pero me quieres, tiene que ser horrible.
-Lo peor que me ha pasado en la vida. ¿Quieres? – le ofreció un vaso que pudo deducir por el color y el olor que era vodka blanco redbull, una bomba de relojería.
-Por supuesto.

Con la copa en mano, Aeryn cogió de la mano a Thomas y lo arrastró al salón donde hacia no mucho se encontraba rodeada de gente bailando. Decidió que esta vez sería ella la que molestara a alguien con sus movimientos de cadera y su vaso peligrosamente lleno.
Thomas, frente a ella, se dejó llevar por la música y el baile que le estaba ofreciendo; extrañado y contento de que Aeryn estuviera dejándose llevar.
Sonaron 50 canciones, pasaron más de dos horas, escucharon los murmullos de montones de diferentes personas que se iban y volvían a lo largo de la noche pero había algo que no encajaba del todo para Aeryn. Sentía que algo era diferente en aquella fiesta. Y no se trataba de la diferente decoración de las habitaciones, ni de las diferentes caras que sonreían, ni siquiera se trataba del tipo alto que había intentado venderle droga. Había algo más.

Haciendo caso omiso de su sensación, Aeryn optó por seguir disfrutando de la noche junto con Thomas, el cual se movía divertido entre el montón de gente poniendo de vez en cuando unas caras algo peculiares que solo le causaban risa.
Se alejó un momento de su amigo visto que se le había vaciado el vaso. Disculpándose, se hizo paso entre la multitud y consiguió llegar a la cocina. Se preparó una bebida algo más alcohólica que la anterior y volvió tras sus pasos, para encontrarse a Thomas bailando con una rubia de enorme trasero. Sonrió para sí misma y se apoyó en una de las paredes mientras veía cada paso entre los dos.

-¿Te han abandonado? – escuchó que le decían en su oído. Sonrió aún más aquella vez.
-Se puede considerar así.
-Si quieres puedo hacerte compañía.


Aeryn movió un poco la cabeza para el lado derecho, lo suficiente como para poder distinguir quién le hablaba y no le gustó nada lo que vio. Rizos castaños cayendo aparentemente despreocupados por toda su cabeza, ojos color esmeralda, labios finos dibujados hacia arriba enseñando dos hoyuelos a cada lado. Un hombre algo más alto que ella que por desgracia conocía.

-No sabía que pudieras hablarme.
-¿Por qué dices semejante estupidez?
-Es cierto, cuando te burlas o necesitas algo sí que hablas. ¿Qué es ahora? ¿Te apetece reírte un poco o es que necesitas algo?
-Nada de eso. Pensé que no te importaría que quisiera hacerte compañía, pero tranquila ya me voy.

El muchacho hizo ademán de marcharse pero lo paró a tiempo.

-Eh, lo siento. Simplemente me ha resultado extraño.
-Tranquila, lo entiendo. Cuando quiero puedo ser bastante extraño. Pero siempre podemos hacer una cosa.
-Sorpréndeme.
-Empezar de nuevo.
-¿A qué te refieres?
-Hola. Te he visto aquí sola y he pensado que quizás disfrutarías mi compañía. ¿Cómo te llamas?

Aeryn sonrió pensando que era una broma pero al ver que el chico esperaba, cambió su estado y aceptó la oferta.

-Encantada, me llamo Aeryn, Aeryn Labane. ¿Tú eres…?
-Encantado Aeryn. Yo soy Harry, Harry Styles.


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Bueno, es el primer cap, no os esperéis mucho tampoco jajaja lo bueno tiene que desarrollarse ^^
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